En la naturaleza está todo. Absolutamente todo. Ahí radica mi admiración por ella. Y tal vez, también, mi vocación. El adulto que hoy vive en mí -el que ha realizado cientos de proyectos de arte, de publicidad, de fotografía, de producción audiovisual- es la síntesis del niño que me habitó antes. Los veranos con mis abuelos y mis primos en la casa de Bella Vista condicionaron mi retina. A la aventura. Al arte. Al juego. A la transformación. A la permanencia. Hoy me doy cuenta de que soy fotógrafo y realizador porque aprendí a mirar la realidad con los ojos de aquel niño. El que practicaba con el abuelo, saques de tenis contra el mural de cerámica de Gonzalo Fonseca que decoraba el jardín. El que observaba, en los techos altos de la casa de verano, dibujos tan característicos de nuestra identidad como un sol, un ancla y un pez. El que miraba películas en un cine improvisado en el jardín o en el living, ayudando a su abuelo a enganchar la cinta o preparar el carrete. O el que dibujaba las naturalezas muertas que el abuelo nos proponía a sus nietos, en su galpón de herramientas de Bella Vista, para entretenernos los días de lluvia del verano. El arte me atraviesa desde la mirada, desde la música, desde el movimiento, desde la belleza.Y también desde mi propia búsqueda por encontrar lo que hay en mí. En lo profundo. Desde el autoconocimiento y la conciencia definitiva de quien soy, para encontrar la versión más genuina de mí mismo y la que más se parece al niño que todavía vive en mí. Soy un creador de imágenes. Apasionado cazador de lo simple. Un explorador incansable de la esencia de las personas, las marcas, la naturaleza y el arte en su estado más puro.
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